Una testigo fiel de la realidad o una representación afín a la verdad, eso fue lo que se pensó cuando la fotografía se convirtió en cámara en movimiento para darle paso al cine, y sin saberlo, con él a la ficción y a toda una industria aliada de la política, la publicidad y los sistemas económicos de un siglo de guerras, cambios y nuevas tecnologías.
Cuando los hermanos Lumierê se dieron a la tarea de perfeccionar la cámara para con ella captar movimiento, nunca se maginaron que con ello darían paso a una gran discusión teórico práctica concerniente a la verosimilitud de la imagen, tampoco que forjarían las grandes obras de Vertov, Eisenstein, Kurosawa, Almodobar o el mismo Tarantino. El cine nació ansiando ser arte, aún se discute sobre su estética, pero es bien claro que este arte, industria o como se le pueda llamar, motiva, imita, representa y en ocasiones se confunde con las múltiples realidades que presenta la sociedad.
La ficción, como personificación de un argumento, se presenta como una creación narrativa actuada por personas expertas en adaptación de papeles protagónicos, antagónicos o de simple reparto; cabe anotar que no es similar al teatro, pues este último es en vivo y el espectador es un testigo de su desarrollo, y aunque en ocasiones trata problemáticas verídicas, la ficción e irrealidad de sus personajes son obvias y perceptibles.
El cine como mímesis ha logrado realizar copias para muchos indistinguibles de la realidad, tal es el caso, que en las primeras películas de los Lumierê la imagen de una locomotora que primeramente se veía en plano general y velozmente avanzaba hasta quedar en primer plano, provocó una estampida de los espectadores, quienes tuvieron la sensación de que esta brotaría por la pantalla. Hoy, estas similitudes con la realidad se han naturalizado, el cine se hizo familiar para expertos, estudiosos y espectadores del común, quienes han comprendido que todo lo que en una pantalla se puede ver, es un acto ficticio que aunque activa los sentidos no pasará de ser una imitación de la realidad.
Ya adentrado el siglo, aparecen las guerras, se acentúan las diferencias políticas y los flagelos sociales, lo que se constituye en un campo de acción para el cine, surgiendo así el documental. Este género creaba y aún forja en el espectador la sensación de autenticidad y representación a escala de la realidad. Pero ¿Es acertada esta noción colectiva sobre el documental? ¿No es el documental una narrativa con actores de la cotidianidad?
Un estilo realista respalda una modalidad de recepción ilusionista. Incluso si el estilo del texto es descarado, este descaro viene motivado por la falacia patética de que la claridad estilística evoca o imita cualidades del mundo representado.[1]
El documental acude a nexos indicativos, es decir, referentes entre la realidad y las imágenes a mostrar, lo que da una sensación de ambivalencia ante el espectador, pues al hablar de guerra y mostrar victimas de una guerra real como la de Iraq, el espectador concibe el argumento no como una ficción, sino como un mundo desconocido, un tanto exagerado, pero real, pues el nexo indicativo muestra que la guerra existe, el conflicto en Iraq también es real, lo que lleva a pensar que el testimonio de quien aparece en el documental también es real porque ha vivido la guerra.
El documental con todos sus textos: la voz en off, las imágenes, las entrevistas y su montaje, llega a combinar pruebas y argumentos que lo hacen parecer una representación de la realidad y de las implicaciones de esta, por ende, entre mayor sea el estilo realista del documental con respecto al nexo indicativo, mayor será la noción de veracidad con que el espectador asimile en producto. Eso sin hablar de que la misma palabra documental, ya ha adquirido carácter histórico, por tal motivo connota al espectador como un producto que brinda conocimiento y a la vez corresponde a un compromiso social.
El cine documental, cargado, por su vocación misma de realidad, de las normas clásicas de decoro y verosimilitud, puede, mejor que el llamado cine de ficción, establecer concordancias y discordancias entre voces narrativas y dos series de imágenes de épocas, orígenes y significaciones variables…de encadenarlas de modo distinto, de restringir o ampliar su capacidad de sentido y de expresión.[2]
A diferencia del cine ficción que toma actores con libreto para encarnar personajes de un argumento, el documental toma personas de la colectividad social, individuos del cotidiano, para convertirlos en actores de una trama basada en la realidad, que como toda historia, tiene protagonistas y antagonistas, victimas y victimarios, pero que no es una documentación autentica del tema tratado, pues el realizador de un producto mediático, en este caso el documental, tiene los mismos deseos de vender y cautivar de un realizador de ficción, por ende debe hacer de su producto una pieza persuasiva y llamativa, alejada de la planicie de la realidad.
En el cine documental, está comprendido por diversos textos, los cuales manejan una modalidad expositiva sobre alguna temática, lo que hace que la narrativa de estos productos guarde un equilibrio por las técnicas de intervención, pues a través de estas el espectador percibe como un agente social del común, similar a él, interviene como testigo de una temática, así, estos agentes de la cotidianidad se convierten en actores del documental, brindando coherencia, fuerza y puntos de giro a un argumento de la realidad, ya estructurado por su realizador para cumplir objetivos de persuasión.
Los personajes son agentes a través de los que la estructura narrativa adquiere coherencia y plenitud, y los personajes secundarios son una función de los movimientos estratégicos que requiere el personaje central o protagonista.[3]
Como ya se expuso, el documental que pretende brindar conocimiento de lo desconocido, alude a la modalidad de representación de la realidad expositiva, lo que hace de este tipo de documental algo muy parecido en su estructura y su naturaleza narrativa a las notas televisivas de la información, las cuales llevan en si, una parte de la realidad argumentada con testimonios y voz en off, que solo buscan persuadir al espectador sobre un tema con visiones sesgadas y acordes a la política y filosofía del informativo, en el caso del documental, paralelos a su productora.
La conmutación…modifica el orden de continuidad de una secuencia o de varias imágenes dentro de un secuencia, como por ejemplo: a) separar dos imágenes que en principio iban juntas para intercalar una tercera que cambia el sentido de su lectura; b) extraer una imagen o una frase de una secuencia para proyectarla en otro texto; c) invertir el orden de la secuencia cambiando, por ejemplo, el efecto por la causa o viceversa. [4]
Así pues, como espectador llegar a percibir el documental con sensación de autenticidad y representación a escala de la realidad resulta errado, pues este en si puede esconder manipulación, trucaje y como resultado una significación tergiversada de algún flagelo, tema o problemática social, producto de la realización y los procesos de creación del producto.
Se habló de la percepción del documental desde el espectador, quien no debe acudir a este como una absoluta realidad pero que en muchas ocasiones lo hace. Ahora, se ahondará el documental y su verosimilitud con la realidad desde el equipo realizador.
Quien realiza un documental, crea un discurso, un montaje, y una narrativa para la estructuración del producto, para su argumento capta imágenes de la interminable, extensa y voluble realidad, así, al momento del montaje el realizador pretende que su documental conformado por imágenes de la realidad, seleccionadas desde su subjetividad, lleven a una significación irreflexiva, propia del documental expositivo, donde se muestra, se aliena y se convence, como si entre la imagen y lo real no existiera ninguna diferencia, por ende el documental se convierte no en una documentación o representación de la verdad, y si, como lo reza Platón en la caverna, en una apariencia de la realidad, la cual muestra un ángulo, una sensación o una parte de la realidad, pero a su vez ignora muchas otras miradas, lo que convierte al documental no en algo irreal, pero si en una parte incompleta y en ocasiones descontextualizada de la realidad. Así, el documental se convierte en un pulso donde el realizador quiere convencer con una verosimilitud de la realidad a un espectador que no reflexiona y que asume un fragmento de la realidad como un todo.
De lo anterior no se puede decir si es bueno o malo, lo cierto es que es análogo con la dinámica comunicativa, en la que el realizador (emisor) pretende que el espectador (receptor) lea y reciba la narrativa (mensaje) del documental con el mismo código que fue creado, para que repercuta en una significación que convenza desde el argumento de quien pensó y estructuró el producto.
En este caso se tienen a los teléfonos públicos como personaje central de un documental corto. Aquí pretende mostrarse como el documental acudiendo a los nexos indicativos con la realidad, a un argumento, a actores reales, y al montaje, puede a través de una modalidad de representación expositiva crear una apariencia de la realidad por medio de la verosimilitud con esta.
Podríamos ser como estos prisioneros (de la caverna de Platón), que todo lo que normalmente tomamos como realidad podría de hecho no ser más que sombras, una mera apariencia, y que el mundo real podría ser algo bastante diferente.[5]
Con este documental se pretende convencer y generar curiosidad en el espectador por medio de la construcción de un argumento absurdo que basa su solidez en la relación con elementos sacados de la cotidianidad, lo que lo hace verosímil y remite al espectador a concebir todo el documental como una realidad.
El cine supera, si en algo lo hace, a la caverna como un lugar de ilusión. Lo que está siendo proyectado en la pantalla del cine no son meras sombras, sino imágenes sofisticadas y altamente realistas. La historia del cine es en si misma una de las mas sofisticadas representaciones de la realidad, con la progresiva adición de sonido y color que hacen que la ilusión sea aún más completa.[6]
Aquí se podrá ver como el cine documental puede recurrir a la ficción como elemento atrayente para lograr su apariencia de la realidad, en este punto confluirán la ficción y la realidad en un género que es considerado por un grueso de los espectadores como el voceador de una verdad incondicionada, lo que no hace mas que engendrar prisioneros de la caverna en pleno siglo XXI, esto a través de parajes de la verdad en gran orden ilusorios pero siempre con nexos indicativos con la realidad, que mediante un proceso de producción y postproducción se presentan como una sólida realidad, cuando en si no son mas que sombras mímicas puestas en escenas por un realizador.
Bibliografía
· NICHOLS, Bill (1997) La representación de la realidad. Barcelona, Paidos.
· VILCHES, Lorenzo (1995) .Manipulación de la información televisiva. Barcelona, Paidos.
· RANCIERÉ, Jacques (2005) La Fábula cinematográfica. Barcelona, Paidos.
· FALZON, Christopher. La filosofía va al cine.XXXXXXXXXXXXXXXXXXX
[1] NICHOLS, Bill (1997) La representación de la realidad. Barcelona, Paidos. P. 231
[2] RANCIERÉ, Jacques (2005) La Fábula cinematográfica. Barcelona, Paidos. P. 186
[3] NICHOLS, Bill (1997). La representación de la realidad. Barcelona, Paidos. P. 305
[4] VILCHES, Lorenzo (1995) .Manipulación de la información televisiva. Barcelona, Paidos. P. 32
[5] FALZON, Christopher. La filosofía va al cine.XXXXXX-XXXXXX. P 30.
[6] FALZON, Christopher. La filosofía va al cine.XXXXXX-XXXXXX. P 31, 32.
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